Traducido por José Viosca.
Una transición desde una carrera científica al teatro: descubre cómo Ben Lillie nos cuenta las historias humanas que hay en la ciencia.
Dos físicos se encuentran en un bar y deciden lanzar un espectáculo. Podría sonar a broma, pero describe con precisión el comienzo de Story Collider, una serie de monólogos con científicos contando historias acerca de su investigación. El proyecto comenzó en Nueva York a raíz de un concurso de comedia; allí se conocieron Ben Lillie y Brian Wecht; ambos actuaban en el concurso y ambos, casualmente, eran físicos de partículas.
Eso ocurrió hace cinco años y de ahí surgió Story Collider, un espectáculo que hoy por hoy sigue coleccionando éxitos. Sus monólogos, que son dirigidos a todos los públicos y tienen lugar tanto en EE. UU. como en el resto del mundo, son grabados en podcasts y videos que encontrarás en su página webw1. El motor fundacional de este espectáculo es el genuino interés de los creadores por explorar cómo la ciencia influye en la gente. “Vivimos en un mundo científico y eso ya es fascinante por sí mismo; pero además, la ciencia está cambiando el modo en que nos vemos a nosotros mismos y cómo vivimos en el mundo”, dice. “Una de las misiones de nuestro espectáculo es mostrar el lado humano de la ciencia”.
Durante los últimos cinco años, Ben y el equipo de Story Collider han recopilado historias increíbles sobre investigadores y otras personas que trabajan en ciencia. Entre ellas hay relatos fascinantes y variados sobre cómo los investigadores se hicieron científicos.
“Una de mis favoritas es la historia de Stuart Firestein”, dice Benw2. Profesor de neurociencia, con veinte años Firestein trabajaba como gerente de un teatro. Especializado en teatro épico, se encargaba de analizar lo que sucedía e implicar a la audiencia en la actuación. A los 30, Firestein se dio cuenta de que era un gerente de teatro terrible. Así que volvió a la universidad y estudió neurociencias, que es más o menos – añade Ben- “lo mismo que hacer teatro épico pero con experimentos”.
Firenstein acaba de jubilarse, pero cuando hace años empezó a impartir clases introductorias de neurociencia en la universidad, descubrió algo importante. Al principio siempre contaba historias sobre cosas que todos conocían; pero en investigación, realmente, uno se centra en lo que no conoce. “Así que dijo, 'enseñemos eso''', describe Ben. Firestein comenzó entonces un seminario llamado 'ignorancia', con tres horas de clase a la semana en que colegas suyos explicaban todo lo que no conocían sobre su campo. Finalmente, aquellos seminarios quedaron recogidos en un libro, también llamado Ignorance [del inglés: ignorancia], que explora cómo la ignorancia es el motor de la ciencia; para Ben, esto ilustra cómo la experiencia de Firestein en el teatro le permitió traer una perspectiva muy diferente a la investigación.
La interesante trayectoria de Firestein es un espejo de la del propio Ben. Tras cursar estudios de teatro en la universidad, Ben cambió de área y estudió un grado en Física en la Universidad de Reed y un doctorado en Física Teórica en la Universidad de Standford, ambos en EE. UU. Pero hoy, Ben ya no se encuentra analizando datos en el laboratorio. Ahora trabaja en Nueva York, en un barrio de teatros, y también por el mundo entero. “Me di cuenta de que lo que siempre había querido hacer es hablar sobre la gente”, dice Ben. Así que cambió el colisionador de partículas por el Story Collider [colisionador de historias].
“Las ciencias y las artes tienen mucho en común”, dice Ben Lillie. “Pero también me interesan mucho las diferencias. La gente dice: 'en las artes y en las ciencias tienes que ser creativo', que es cierto, pero no estás usando la misma definición exacta de creativo. El tipo de creatividad que necesitas es diferente”.
Para Ben, las ciencias pueden beneficiarse de las artes y viceversa. “Los mejores científicos suelen tener un amplio abanico de intereses. Hay una estadística divertida: la fracción de premios Nobel que además tocan algún instrumento musical es mucho mayor que en la población científica entera”. Además, las representaciones visuales desempeñan un papel muy poderoso en áreas como la astronomía o la biología.
La mezcla entre ciencia y cultura no se limita a vínculos explícitos, comenta Ben describiendo su visita a una galería de arte. “Estaba paseando por una exhibición visual sobre música y nostalgia, y en el fondo de la galería había una imagen gigante del campo ultra profundo del telescopio Hubble. ¿Qué estaba haciendo eso ahí? Seguí caminando y me di cuenta de que no era realmente el campo ultra profundo del Hubble; el artista había tomado imágenes de los últimos conciertos de reconocidos músicos -exactamente la iluminación del escenario - y las había colocado de forma que parecieran galaxias tal como se ven desde el telescopio espacial Hubble. Lo sorprendente es que aquello no era explícitamente una cosa de ciencia-arte; el artista buscaba una imagen y había llegado a una astronómica. Eso realmente indica que la ciencia está llegando a la cultura: cuando la ciencia aparece en lugares donde no la esperarías”.
“Nuestro objetivo es contar esas historias que normalmente no oirías”, dice Ben, y aunque reconoce que no es lo mismo actuar en un escenario y dar clases, hay algunos trucos que pueden ser útiles en los dos contextos. “Empieza en medio de la acción”, por ejemplo. “Empieza con una pregunta, o un misterio, y luego explóralo poco a poco.”
Segundo, añade, coloca la información justo donde es necesaria. Si tienes que explicar qué es el 'dilitio', introdúcelo pronto o crea un misterio alrededor de él – pero asegúrate de explicarlo antes de que se vuelva importante.
Por último, dice Ben, para mantener a la audiencia atenta debes aumentar todo lo posible la distancia entre el misterio y la solución. “No sabría decirte si esto es bueno o no para enseñar”, advierte Ben, “pero desde luego es genial en una película o para entretener. Si tienes un misterio al que puedes añadir poco a poco la información, eso ayuda a que la audiencia se mantenga expectante.”